domingo, 18 de noviembre de 2012

Cómo negociar con los hijos un horario de regreso a casa


Artículo aparecido en ABC 

Las salidas con los amigos y la hora de llegada a casa son los primeros reclamos de independencia de la adolescencia, una etapa clave que se extiende de los 12 a los 18 años. Es entonces cuando suelen surgir los primeros roces en la familia. En ambos casos se pueden alcanzar acuerdos entre padres e hijos, pero a los chicos no hay que dejarlos campar a sus anchas. «Los límites deben seguir vigentes. No tenerlos les crea más ansiedad», afirma Francisco Saborido, jefe del equipo de Familia de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). 

Ante esos primeros reclamos hay que empezar a actuar. «Entre los 15 y 17 años es una edad difícil, muestran mayor afán de independencia y rebeldía», asegura Gerardo Castillo, profesor del departamento de Educación de la Universidad de Navarra. Todo comienza un poco antes. «Sobre los 14 añosya solicitan un espacio para ellos. Quieren ir a la bolera o al cine con sus amigos», dice Ángel Peralbo, psicólogo y autor del libro «El adolescente indomable». Y en esas primeras salidas, como en las que vendrán después, establecer un horario de llegada a casa garantiza la tranquilidad familiar. 

El trabajo corresponde a los padres. Hay que concretar un horarioacorde con las actividades del hijo (estudios, deporte..) y con un estilo de vida saludable; comunicárselo en el momento oportuno(no cuando esté enfadado), y ser conscientes de las consecuenciasy hasta dónde vamos a negociar con él. El horario se adaptará a su edad y madurez (hay chavales que basta con sugerirles una hora de llegada). Y además tener en cuenta las circunstancias espaciales(transportes, lugar de residencia). Estos son algunos consejos para lograrlo: 

¿A qué edad comienzo a negociar un horario? Sobre los 14-15 años ya están preparados 

A esa edad se les debe exigir que cumplan con una dinámica familiar y a cambio se les respeta las nuevas experiencias. Los pactos deben ser serios y claros, e incluso escribirlos en un documento, explicando las consecuencias de no cumplirlo. Así no hay lugar para ambigüedades. No se negocia minutos antes de salir, ni durante una discusión ni cuando haya habido un conflicto reciente que no se haya resuelto. Como orientación: con 14 años, a las 21,30 horas en casa (de forma excepcional, a las once); a los 16, a las 22,30 h (a la 1 de la madrugada), y con 18 a las 24 horas (a las 3 o 4 de la madrugada). 

¿Cómo actuar si llega veinte minutos tarde? Todo tiene sus consecuencias 

Hay que escuchar sus explicaciones, pero estas no le eximen de su retraso. Los adolescentes se despistan de la hora muchas veces, otras veces intentan arañar unos minutos más. Al día siguiente, debe entender que todo tiene sus consecuencias. Por tanto, en la próxima salida debe llegar antes. Si los retrasos son reiterados: no dejarle salir el fin de semana siguiente. 

¿Se puede ser flexible? Hay excepciones, pero que no se conviertan en rutina 

Los horarios son estables. De forma muy excepcional, ante un acontecimiento importante, como un cumpleaños, el horario se puede flexibilizar. Pero hay que tener cuidado, porque los chavales intentan convencernos de que cada fin de semana hay una celebración importante. Las excepciones no son rutina. 

Si nunca respeta su hora, ¿qué hacer? Plantear nuevos retos 

Esa conducta se ha ido fraguando poco a poco. Los padres deben preguntarse por qué, ya que quizá hayan cometido fallos. Por ejemplo: fueron cediendo por falta de fortaleza o por comodidad. El problema no se resuelve en un día. Hay que dialogar con el hijo con argumentos y proponerle el reto de regresar poco a poco al horario inicial, ganando media hora cada noche. Si no funciona: obligarle a levantarse al día siguiente a la hora que debe para dejar libre su habitación. Si solo duerme cuatro horas, se lo pensará mejor. 

¿Qué tener en cuenta cuando salga de casa? Con quién va, a dónde y cuánto va gastar 

No hay que perder de vista ninguno de esos datos, que nos facilitarán nuestros propios hijos. Hay que ganarse su confianza. Una manera de estar tranquilos es conociendo a sus amigos, los sitios que frecuenta el grupo, saber en qué ambientes se mueven... Eso ayudará a los padres a conocer los problemas que se pueden encontrar. Un capítulo también importante es el dinero que gastan, hay que limitárselo para que aprendan a valorarlo y no se conviertan en personas consumistas. 

¿Puedo llamarle al móvil para saber dónde está? Los padres deben controlar a los hijos, pero ellos no deben sentirse controlados 

Los adolescentes se deben responsabilizar de llamar a los padres, por tanto hay que evitar hacerles la típica llamada de teléfono preguntando dónde está y con quién. Los chicos tienen que sentir que controlan sus nuevas experiencias. Si han llegado a la hora y en buenas condiciones durante un tiempo, tampoco es necesario fiscalizar porque sienten que no tienen libertad. 

¿Debo pedirle los teléfonos de los amigos y de sus padres? Sí, los chicos son vulnerables y corren riesgos 

Imprescindible. No solo como medida de seguridad, sino también porque muchos intentarán dormir en casa de otro amigo, y eso hay que comprobarlo. Incluso es importante hablar con los padres de los amigos de nuestro hijo y fijar una hora de regreso a casa para todo el grupo. Los chicos siempre nos dirán que sus amigos llegan más tarde. Y es problable que sea mentira. 

¿Cómo alcanzar un acuerdo? Dialogar y escuchar con paciencia 

No se debe buscar un diálogo entre iguales. Conviene llegar a un acuerdo, pero no por consenso. La cuestión no es evitar un conflicto por la vía fácil, sino dar criterio, educar. La participación de los hijos (su opinión) unida a las respuestas respetuosas de unos padres que les hacen pensar, les ayudará a entender la conveniencia de un horario. Pueden servir argumentos como: una casa no es un hotel y un horario no es una limitación de libertad, sino un medio para facilitar la convivencia. 

¿Le recuerdo que no se suba a un coche si el conductor ha bebido? Evitar los mensajes de última hora 

Esa insistencia momentos antes de que se marche resulta contraproducente. Esos mensajes de advertencia (no conduzcas si bebes, ten cuidado con las drogas...) hay que introducirlos en la comunicación con los hijos de forma más didáctica y natural, por ejemplo, al hablar de terceros o de una noticia. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

25 de noviembre


VIOLENCIA DE GÉNERO 

En 1975, Naciones Unidas fue el primer organismo que señaló la gravedad de la violencia ejercida contra las mujeres. 

En 1980 se reconoció que la violencia contra las mujeres es el crimen encubierto más frecuente en el mundo. En 1993 la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos reconoció los derechos de las mujeres como derechos humanos y, en consecuencia, definió el uso de la violencia como una violación de tales derechos. La violencia sexual es la violencia que ataca los derechos fundamentales, la libertad individual y la integridad física de las mujeres. 
La Asamblea General de las Naciones Unidas en 1993, aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres que en su artículo primero define la violencia contra las mujeres como aquella basada en el sexo y dirigida contra la mujer porque es mujer o que le afecta de forma despreocupada. Se incluyen actos que infligen daño o sufrimiento de índole físico, mental o sexual, incluidas las amenazas de tales actos, la coerción o las privaciones arbitrarias de libertad, ya ocurran en la vida pública o en la privada. 

En España, la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, define la violencia de género como todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad (artículo 1). La violencia ejercida contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres es el símbolo más brutal y evidente de la desigualdad, existente en nuestra sociedad, entre hombres y mujeres. 

La violencia de género es un problema estructural, no tiene que ver con situaciones aisladas de violencia sino que un factor de riesgo, para ser víctima de este tipo de violencia, es ser mujer, independientemente del nivel social, económico o educativo. Es una violencia producto de un sistema social, económico e ideológico que ofrece oportunidades desiguales a mujeres y hombres. Esto supone para las mujeres una destribución desigual de los recursos, menores oportunidades para las mujeres y menor presencia de ellas en los espacios de toma de decisiones. 

La violencia de género no es casual y sustenta las relaciones de poder patriarcales y la situación de desigualdad entre hombres y mujeres que se deriva de ellas. 

Campaña Contra Violencia de Género

Habla

Cortometraje / Violencia de género / Violencia en el noviazgo - Producci...

martes, 6 de noviembre de 2012

Errores que deben evitar los padres al educar a sus hijos



Dicen que la profesión de ser padres es una de las más difíciles y, desde luego, que la mayoría de aquellos que lo son, así lo confirman. Los primerizos argumentan los quebraderos de cabeza, las dudas y el gran esfuerzo que supone para que desde el momento del nacimiento se consiga que el pequeño, coma, no llore, duerma, no sufra con los cólicos del lactante, sepa más adelante cómo abordar el momento paso a la papilla, los sólidos... pero nada con lo todo que vendrá después. 

Educar a un hijo correctamente es más difícil hoy que ayer, según apuntan las autoridades en la materia. Los niños viven actualmente muy expuestos al entorno que les rodea, muy influenciado por las nuevas tecnologías. El ordenador, las videoconsolas, la televisión, Internet... hacen que los niños sean continuamente receptores de información —en muchos casos indebida por no ser apropiada a su edad— que, sin duda, condiciona su forma de percibir la realidad y su desarrollo como personas. 

Según explica María Jesús Álava Reyes en «La psicología que nos ayuda a vivir» —de la Enciclopedia para superar las dificultades del día a día—, muchos padres sienten que han perdido el protagonismo en la educación de sus hijos y que les resulta imposible luchar contra la influencia exterior. «Los niños necesitan amor, dedicación, tiempo, paciencia, seguridad y nuestro objetivo debe ser proporcionárselo. De esta forma, favoreceremos su desarrollo dándoles lo que necesitan, señalándoles los aspectos clave en cada una de las etapas, con orientaciones claras y precisas». 

Pero para una correcta educación también es importante saber qué es lo que no hay que hacer. Por ello, la autora y directora del Centro de Psicología Álava Reyes, enumera los errores más frecuentes que cometen y deben evitar los padres

—Intentar ser colegas en lugar de padres. Los niños necesitan situarse para situarnos. Los adultos ocupan un papel fundamental en sus vidas: el de adultos, y pocas cosas confunden tanto como ver a un adulto actuando como un niño. 

—Intentar «comprarlos» haciendo de bueno o poniéndonos siempre de su parte. En un principio es la postura más cómoda, aunque tarde o temprano, se vuelve en contra de quien la ejerce. 

—Protegerlos en exceso, hacer que el mundo gire en torno suyo. Debemos estar a su lado, pero para ayudarles no para asfixiarlos. Los niños deben vivir sus propias crisis y serán estas las que les permitan generar sus propios recursos, sus propias habilidades, sus propias salidas. 

—Pretender razonar en medio de una discusión, o tratar de imponer en lugar de sugerir. 

—Mostrar impaciencia, meter prisa, transmitir tensión. 

—Sacrificar constantemente a los otros hermanos o miembros de la familia. 

—Cerrar los ojos: negar lo evidente y pensar que los otros exageran. 

—Favorecer el consumismo. Darles desde pequeños todo lo que piden. De esa forma empiezan a no darle valor a las cosas y terminan por no dárselo a las personas. 

—Educar en el resentimiento, en la intolerancia, en la falta de generosidad y en la ausencia de valores. 
Reglas de oro 

—Los discursos en las situaciones conflictivas sirven de poco. Los niños no reaccionan ante nuestras palabras, sino ante nuestros hechos. Los discursos les aburren, les sobrepasan, provocan enfrentamientos estériles. 

—Hay que unificar criterios y actuar con seguridad. 

—A veces tendremos que asumir papeles incómodos, poco populares. 

—No podemos sucumbir en las situaciones de crisis. 

—Debemos callar cuando el otro necesite hablar. 

—Hay que elegir el lugar apropiado, el momento adecuado y el mensaje idóneo. 

—Tenemos que transmitir ilusión, entusiasmo, porque si perdemos la esperanza, ¿qué nos queda? 

—Si el problema nos sobrepasa, acudiremos a un buen profesional, que lo analice con el rigor necesario y ponga un programa de actuación racional, razonable y alcanzable.